domingo, 30 de septiembre de 2012

Web 2.0, Derecho a la Comunicación y motores de búsqueda


Web 1.0 es el nombre con el que hoy, después de popularizado el concepto de 2.0, conocemos lo que pasó en la Web entre 1993 y 2003. Al salir de los ámbitos académicos, teniendo como guía la metáfora del texto y las páginas, predominaron los portales temáticos con contenido estático a cargo de grupos de expertos. Se mantenía entonces el formato de comunicación vertical planteado por los medios gráficos, la radio y la televisión.
Sin embargo hubo lugar para otras ideas: Ward Cunningham, en 1995, creó su Wiki Wiki Web como la más sencilla base de datos en línea que posiblemente funcione. Un lenguaje simplificado de edición de páginas, la posibilidad de crearlas a través del navegador y la participación no solo de los dueños del sitio sino también de sus lectores en la creación de contenidos, representaban ya en aquel momento las ideas que más tarde dieron lugar a la Web 2.0.
Por el lado comercial, el sitio de comercio electrónico Amazon, viendo que la cantidad de productos distintos que vendía iba más allá de las posibilidades de las personas contratadas para escribir artículos sobre ellos, permitió a los compradores escribir y publicar en línea sus impresiones al respecto de lo que habían comprado. Además se agregó la posibilidad de que un usuario recomendara a otro un determinado producto. Esto hizo que el sitio fuese una plataforma de ventas y simultáneamente de consulta. Cuanto más se usaba, mejor era usarlo.
A partir de esas experiencias iniciales surgió la Web 2.0, cuya diferencia principal con el modelo anterior, que rompe el esquema verticalista de los medios de comunicación tradicionales, es que son lo usuarios finales los que generan contenidos. Esto por supuesto no se da por motivaciones filantrópicas de los dueños de las compañías más grandes de Internet, sino por cuestiones económicas: permitiendo que sean los usuarios quienes generen y clasifiquen contenidos se aseguran volumen, tráfico, actualización y precisión sin disminuyendo el costo que significaría tener a un grupo de profesionales a cargo de esta tarea. Además, estos nuevos productores-consumidores de contenidos, son público para el enorme negocio de la publicidad en línea. Así, tenemos comunidades virtuales, redes sociales, blogs, wikis, sitios para compartir video, servicios de hospedaje y aplicaciones web, donde se da una una combinación de intereses económicos con valores tales como diseño centrado en el usuario, intercambio de información, interoperabilidad y colaboración.

El hecho es que mientras antes teníamos que buscar más, la disponibilidad y el enorme volumen de información que tenemos hoy pueden ir más allá de nuestra capacidad de procesarla, dificultar nuestra posibilidad de comunicarnos o sumergirnos en un mundo de comunicación inauténtica.
Para que la sobrecarga de información no nos incomunique, una herramienta fundamental en la defensa de nuestro Derecho a la Comunicación y en la posibilidad de evitar este problema es el filtro. En el análisis adquiere tanta importancia saber qué descartar como saber qué incluir. Son vitales, entonces, las herramientas de clasificación y búsqueda, puntualmente los motores de búsqueda como Google, Bing o Yahoo!. Dependemos de su velocidad, disponibilidad, precisión y fiabilidad para orientarnos en la Web.
La pelea entre News Corporation, la tercera compañía mundial de medios después de Walt Disney Company y Time Warner Company, con Google por su sistema de agregación de noticias en línea es una pelea de poder. A la larga, si no logran adaptarse, el poder que hoy tienen las compañías de medios va a pasar a las compañías que organicen el acceso a la información en la Web. Estas últimas estarían en condiciones de  vulnerar nuestro Derecho a la Comunicación  tanto en lo referido al acceso como a la producción de información, a menos que nos protegiera una legislación adecuada.