sábado, 30 de junio de 2012

Autonomía o soberanía en la Universidad nacional, primera parte

Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido.
Juan Manuel de Rosas

La gran prensa es el instrumento más efectivo para sembrar entre la "gente culta" el ideario conveniente que es facilitado por las comprobaciones del éxito inmediato, que parece evidente, de la teoría del progreso ilimitado a lograr por esos carriles; sólo se necesita mantener como dogma indiscutible los enunciados liberales impuestos después de Caseros, y que constituyen el fondo común del pensamiento ilustrado de la Universidad, la escuela y el libro.
Arturo Jauretche

Universidad y elite nacional a partir de Caseros

Tras la batalla de Caseros y la traición de Urquiza, la derrota del proyecto federal da lugar a la hegemonía de sectores liberales que logran constituir un Estado, entendido como un aparato institucional de gobierno que ejerce su dominio en un determinado territorio, a partir de la autoridad emanada de un sistema legal impersonal, mediante la concentración y el uso eventual de la fuerza física y el dominio simbólico (Saín, 2007). La fuerza física se materializó en el Ejército Nacional y se usó en la guerra de policía -promovida por Mitre y radicalizada por Sarmiento- para reprimir a los caudillos del interior (Rosa, 1964). El dominio simbólico tuvo dos instrumentos principales: por un lado la prensa escrita, con el diario La Nación como máximo órgano de difusión del proyecto económico liberal (Recalde, 2010); por otro  el sistema educativo puesto en práctica durante la Organización Nacional, cuya matriz de pensamiento se prefiguró algunos años antes en la Universidad, ya que la misma fue concebida como herramienta privilegiada para la formación de una elite dirigente (Tedeso, 2007) constituida por las personas con capacidad de acceso a las máximas jerarquías de función pública que en el futuro deberían reproducir las condiciones de dominación de un proyecto sobre otro. Esta matriz de pensamiento, que se caracterizó por ser europeísta, elitista, anti-industrialista, represiva, favorable a la dependencia de Inglaterra y Francia, fue uno de los ejes de la formación y de los contenidos impartidos -por ejemplo- en la Universidad de Buenos Aires que fueron asimilados por importantes grupos de la intelectualidad porteña (Ibídem).
El sistema educativo, como dispositivo de dominación simbólica, constituyó la tecnología capaz de materializar la conformación de una administración burocrática y un público ilustrado preparado para participar de la discusión sobre asuntos de la esfera pública, elementos propios de la condición de modernidad del país (Tiramonti, 2001) en los términos que la definieron los sectores dominantes. La educativa fue la primera gran política pública del nuevo Estado Nacional, con leyes, reglamentos, estándares y recursos económicos propios (Isuani, 1989) y lo fue justamente para continuar con el esquema de distribución del poder y la riqueza establecido hasta ese momento.
En junio de 1885, después de que la organización nacional diera lugar a la república conservadora, en el contexto de las tensiones entre la modernización de la sociedad y el mantenimiento de estructuras de poder económico y político que beneficiaban la elite oligárquica (Conadu, 2010), se sanciona la ley 1597 conocida como Ley Avellaneda, que se mantendría vigente, incluso luego de la reforma de 1918, hasta 1947, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. En el Artículo 2 planteaba que "los Estatutos dictados por los Consejos Superiores con arreglo a las bases anteriores serán sometidos a la aprobación del Poder Ejecutivo" (Ibídem). En el Artículo 3, además, "La designación de los profesores se hará por el Poder Ejecutivo, a propuesta de las Facultades respectivas" (Ibídem). Es decir que una vez que la elite oligárquica institucionalizó su proyecto político-económico, negó autonomía a las universidades nacionales (Córdoba y Buenos Aires para ese entonces). Si se tiene en cuenta que desde su establecimiento la Universidad jugó en América Latina un papel fundamental en las luchas por la hegemonía social, política y cultural (Brunner, 1990) es claro por qué se las ubicó bajo la órbita del poder ejecutivo en esta etapa. 

[1] Saín, Marcelo (2007). Notas de ciencia política, "Esbozo de una sistemática social de la política", Universidad Nacional de Quilmes, Bernal
[2] Rosa, José María (1964). Periódico Retorno 5/11/1964, sin datos de editorial, Buenos Aires
[3] Recalde, Aritz (2010). La universidad argentina, del modelo colonial al reformismo, "La historia oficial y los colegios nacionales de Bartolomé Mitre". http://sociologia-tercermundo.blogspot.com.ar, http://goo.gl/B1z0s, recuperado el 1/6/2012 19:30.
[4] Tedesco, Juan Carlos (2007). "La ruptura en la Educación Argentina", Ruptura y reconstrucción de la Ciencia Argentina, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, Buenos Aires
[5] Tiramonti, Guillermina (2002). "Los imperativos de las políticas educativas de los 90" en Modernización educativa de los 90 ¿el fin de la ilusión emancipadora?. FLACSO, Temas Grupo Editorial, Buenos Aires
[6] Isuani, Ernesto (Compilador) (1989). "Estado Democrático y Política Social", Eudeba, Buenos Aires
[7] Conadu (2010). Leyes universitarias argentinas, un recorrido histórico, http://conadu.org.ar, http://goo.gl/f4cUj, recuperado el 16/6/2012 19:30
[8] Brunner, José Joaquín (1990). El desarrollo de la educación superior en América Latina, FLACSO, Santiago de Chile